Hay en mi jardín rosas que deshojan
un corazón abierto al descampado.
Así es la flor,
su desnudez es magia.
Le pido a la rosa me guarde,
en la fragilidad, secretos dones
y a la espina me otorgue la humildad
y sus manos precisas.
Pido un techo que no tape, que recuerde
al cielo
y una ciudad que es nueva siempre
porque no agota sus caminos,
y le pido al río su fluir,
su muerte en el instante
que también es vuelo.